Sobre la anfibología o cuando la ambigüedad es un problema
No nos ocuparemos aquí de la anfibología o ambigüedad del discurso desde un punto de vista filosófico o retórico (aunque lo último, hay que admitirlo, puede llegar a ser bastante tentador), sino estrictamente desde el punto de vista gramatical. Desde esta perspectiva, entonces, diremos que la anfibología es el doble sentido involuntario de una frase, cláusula u oración producido por un mal ordenamiento sintáctico. [1] Una de las formas más habituales de incurrir en esta falta, según lo que estipulaba la Gramática académica de 1931, es «no esquivar aquellos giros donde sea difícil conocer inmediatamente el sujeto y el objeto directo de la oración» [2] . La obra citada nos ofrece dos ejemplos que ya son parte medular del repertorio didáctico de nuestra lengua: «la espada corroe el orín» y «Cicerón recomienda a Tirón a Curio», en «donde el sentido únicamente descubre el sujeto, o quien sepa que Tirón era un siervo queridísimo del célebre orador romano» [3] . No cabe duda de que e...