«Me queda la palabra: inquietudes de un asesor lingüístico», un nuevo libro (el mismo libro)
La misma editorial que publicó Las horas que limando están el día: diario lírico de
una pandemia tuvo la gentileza de convertir en libro una selección
de mis artículos sobre gramática, estilística y redacción. Comparto con los
lectores de este medio el texto introductorio que elaboré para la ocasión, con
la esperanza de que pueda aclarar los motivos de esta simpática ocurrencia.
INTRODUCCIÓN
La palabra escrita es mi refugio. Siempre lo fue, pero curiosamente lo es más ahora cuando, atenuadas ya mis ínfulas poéticas y redirigidas mis inclinaciones pedagógicas, puedo verla y estudiarla en su natural e inabarcable dimensión. En efecto, mi actual orientación profesional me ha permitido vincularme con la palabra escrita de un modo muy distinto al que es propio de un poeta o de un entusiasta docente de Lengua y Literatura. Hoy en día, desde mi templada perspectiva de asesor lingüístico, puedo decir que la palabra no necesita de ningún éxtasis lírico para obtener su dignidad: la palabra es digna de por sí, y por eso hay que cuidarla.
Me dedico
hace bastante tiempo al cuidado de la palabra, y muchas de las inquietudes,
reflexiones y recomendaciones que surgieron de esta experiencia fueron
publicadas como artículos de divulgación en diversos medios digitales.[1] El
presente libro supone una personalísima selección de ese trabajo.
Los artículos
que integran Me queda la palabra:
inquietudes de un asesor lingüístico abarcan temas relacionados con la
gramática, la estilística y la redacción, pero tratados desde un enfoque que
acepta también la producción textual en Internet como fundamentado objeto de
análisis. Sin embargo, considero que hay algo más que se cuela entre sus
páginas, algo no del todo explícito, algo que, sospecho, tiene que ver con el
mismísimo título del libro, título que, además de rendirle un homenaje al poeta
español Blas de Otero,[2]
pone de alguna manera en relieve la magnitud espiritual que posee cualquier
proyecto lingüístico por más modesto que este sea. Quisiera que el lector
pudiera toparse también con ese algo.[3]
FLAVIO
CRESCENZI
BUENOS
AIRES, AGOSTO DE 2023
[1] Las Nueve Musas, sin ir más lejos, es uno de esos medios. De hecho, la gran mayoría
de los artículos seleccionados aparecieron, en su primera versión, en esta
plataforma; quizá por ello considero que este nuevo libro es el mismo libro
que, azarosamente, fue compendiándose al calor de mis colaboraciones en esa
revista.
[2] El
epígrafe general del libro, como no podía ser de otra manera, está conformado
por estos versos del gran poeta bilbaíno: «Si he perdido la vida, el tiempo,
todo / lo que tiré, como un anillo, al agua, / si he perdido la voz en la
maleza, / me queda la palabra», del celebrado poema «En el principio», incluido
en Con la inmensa mayoría.
[3] Aquel que
quiera adquirir un ejemplar de Me queda
la palabra: inquietudes de un asesor lingüístico no tiene más que
comunicarse con Editorial
Autores Argentinos.
Comentarios
Publicar un comentario